Cambiar las ventanas de una vivienda puede parecer, a primera vista, una decisión estética o de confort, pero en realidad tiene un impacto directo y significativo en el ahorro energético y económico del hogar. Las ventanas son uno de los puntos más sensibles de cualquier edificación en cuanto a aislamiento, ya que por ellas puede escaparse gran parte del calor en invierno y entrar el calor en verano. Una vivienda con cerramientos antiguos o de baja calidad sufre pérdidas térmicas constantes, lo que obliga a los sistemas de climatización a trabajar más horas y a mayor potencia. Esto se traduce en facturas de luz o gas mucho más elevadas y en un consumo energético innecesario que también tiene un coste ambiental.
La tecnología en carpintería y acristalamiento ha evolucionado notablemente en las últimas décadas. Hoy en día, materiales como el PVC, el aluminio con rotura de puente térmico o la madera tratada, combinados con vidrios dobles o triples de alto rendimiento, ofrecen niveles de aislamiento impensables hace unos años. Estos avances permiten mantener la temperatura interior más estable durante todo el año, reduciendo la necesidad de encender la calefacción en invierno o el aire acondicionado en verano. A medio plazo, esta eficiencia se refleja directamente en el bolsillo del propietario, ya que la inversión inicial en nuevas ventanas se amortiza con el ahorro generado en las facturas energéticas.
Además, un buen aislamiento no solo implica ahorro, sino también un aumento notable del confort. Con ventanas de calidad se reducen las corrientes de aire y las zonas frías cerca de los cristales, algo habitual en viviendas con cerramientos antiguos. También se gana en aislamiento acústico, lo que es especialmente importante en zonas urbanas o cerca de vías con tráfico intenso. Un hogar más silencioso y con temperatura estable no solo resulta más agradable, sino que también contribuye al bienestar y a la salud de sus habitantes.
Otro factor para tener en cuenta es el impacto medioambiental, tal y como nos indican los instaladores de Izami Ventanas, quienes nos explican que reducir el consumo energético significa disminuir la huella de carbono de la vivienda, ya que la energía necesaria para climatizar el hogar suele proceder de fuentes que generan emisiones contaminantes. Cambiar las ventanas es, por tanto, una medida sostenible que encaja perfectamente en las políticas y tendencias actuales de eficiencia energética y cuidado del medio ambiente. Incluso, en muchos países y regiones, este tipo de reformas cuentan con subvenciones o ayudas fiscales para incentivar a los propietarios a dar el paso, lo que acorta aún más el tiempo de amortización.
El diseño y la orientación de las nuevas ventanas también pueden jugar un papel importante en el ahorro energético. Un buen acristalamiento puede aprovechar la luz natural para reducir el uso de iluminación artificial durante el día, y el tratamiento específico de los vidrios puede ayudar a controlar la entrada de radiación solar, evitando el sobrecalentamiento en verano. En zonas frías, un vidrio con alta transmitancia térmica en la cara interna puede contribuir a captar y retener el calor del sol.
No hay que olvidar el valor añadido que supone la renovación de las ventanas para la vivienda. Una reforma de este tipo no solo mejora la eficiencia y el confort, sino que también revaloriza el inmueble de cara a una posible venta o alquiler. Un hogar que consume menos energía y ofrece un mejor aislamiento es más atractivo en el mercado, y esta característica puede marcar la diferencia frente a otras propiedades.
¿Hay disponibles subvenciones para cambiar las ventanas?
En España existen diversas subvenciones y apoyos para facilitar la renovación de ventanas y promover la eficiencia energética de las viviendas, gracias sobre todo a los fondos europeos del programa Next Generation EU y a políticas impulsadas por el Estado y las comunidades autónomas.
Desde 2025, sigue vigente el Programa de Rehabilitación Energética Residencial (PREE 5000), junto con los fondos Next Generation gestionados por comunidades autónomas, que incluyen ayudas concretas para el cambio a ventanas altamente eficientes. Es común que estas subvenciones cubran entre el 40 % y el 80 % del coste total, y en casos de vulnerabilidad económica, incluso pueden alcanzar el 100 % del gasto.
Varios gobiernos regionales han activado sus propias convocatorias. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, el Plan Renove de Ventanas estará operativo hasta agosto de 2025, con ayudas de hasta 120 € por metro cuadrado de vidrio (o 180 € si incluyen persianas motorizadas), con un límite máximo de 3.000 € por vivienda. En regiones como Cataluña, Valencia y Murcia, existen convocatorias en marcha con plazos amplios, hasta finales de 2025 o principios de 2026, donde se pueden combinar las ayudas autonómicas con las convocatorias estatales.
Además de la subvención directa, también se contempla un incentivo fiscal mediante deducciones en el IRPF. Si la reforma logra reducir en al menos un 7 % la demanda energética del hogar, se puede obtener una deducción del 20 % (hasta 5.000 € anuales). Si se logra una mejora aún mayor, como una reducción del 30 % del consumo energético, o alcanzar la calificación A o B, la deducción puede llegar al 40 %, con un límite de 7.500 € por vivienda.
Hay más razones para no tardar, dado que, en zonas como Asturias, la consejería anuncia que en 2025 destinará casi 100 millones de euros en ayudas para mejorar la eficiencia energética, incluyendo ventanas, con subvenciones que oscilan entre el 40 % y el 80 % del coste, siempre que la obra finalice antes de junio de 2026.
También es relevante el nuevo mecanismo de Certificados de Ahorro Energético (CAEs), por el cual las viviendas pueden obtener una compensación económica (en torno a 0,09–0,14 € por kWh ahorrado) al instalar ventanas eficientes u otros sistemas que mejoren la eficiencia.